miércoles, julio 23, 2008

La felicidad es la ausencia del dolor, no la búsqueda del placer...

HOLA A TODOS/AS!

¿Cómo les va, tanto tiempo?

Hoy quiero dejarles algunos fragmentos de “El arte del buen vivir”, de Arthur Schopenhauer, que me parecieron fabulosos...

Ustedes saben que todo lo que yo publico es un reflejo de mis propias convicciones. No obstante, dada mi escasa elocuencia, recurro a grandes autores…cuyos razonamientos son mucho más fecundos que los míos… ;)

Una vez más, se trata de un llamado a la reflexión…

DISFRUTENLO!


No el placer sino la ausencia del dolor es lo que persigue el sabio. Así, pues, cuando se quiere hacer el balance de la vida desde el punto de vista eudemonológico, no hay que hacer la cuenta de los placeres que se han saboreado, sino de los males que se han evitado. Por “vivir feliz” debe entenderse solamente “menos desgraciado”; en una palabra tolerablemente. Y en realidad la vida no es para que se disfrute de ella, sino para que se desentienda uno de ella lo antes posible; eso es lo que indican expresiones tales como en latín: “degere vitam” (“dejar pasar la vida”). El hombre más feliz es, pues, el que pasa la vida sin grandes dolores, tanto en lo moral como en lo físico, y no el que tiene de su parte las alegrías más vivas o los goces más intensos. Querer medir por éstos la felicidad de una existencia es recurrir a una medida falsa. Si a un estado libre de dolor viene a agregarse la ausencia del tedio, entonces se logra la felicidad en la tierra. Nunca hay que comprar placeres a costa de dolores puesto que esto sería pagar algo negativo y quimérico con algo positivo y real. En cambio, hay beneficio en sacrificar placeres para evitar dolores. El necio corre tras los placeres de la vida y encuentra decepción; el sabio evita los males. Si a pesar de sus esfuerzos no lo consigue, la culpa es del destino y no de su locura.”

jueves, julio 10, 2008

...


Se encontraba ese día, como en tantos otros, salvando a la gente, hasta que su corazón le pregunto: “¿Y a tí quién te salva?”.

Y su mente respondió: “Yo no necesito ser salvada”.

No pudiendo dejar de lado su inquisición su corazón continuó: “¿Estás segura?”

Nuevamente, sin inmutarse en lo mas mínimo, su mente devolvió: “Siempre lo estoy”.
Y dicho esto dejó caer otra capa de metal líquido sobre su corazón para cubrir la pequeña ranura que se formaba cada año, por la cual éste trataba de hacerla entrar en razón, de la forma más sencilla y pura que tenía; recordándole que debajo de esas capas de metal que con el tiempo se endurecían existía un pequeño músculo que se iba consumiendo cada año un poco más.