domingo, diciembre 26, 2004

Negra Navidad (25-12-2004)

Como no podía ser de otra manera, estoy deprimida. Sí, estoy deprimida pese a ser hoy un día festivo. En sí, odio las fiestas, en general, pero este es uno de los pocos períodos del año que no detesto. No me pregunten por que, porque no sabría que responderles. El ver las casas decoradas con chucherías navideñas me levanta un poco el ánimo, quizá sea porque me recuerda aquellos pocos momentos de felicidad que acaecieron en mi vida, más precisamente en mi niñez, cuando festejábamos la noche buena con la ilusión de que Santa Claus nos trajera en su trineo toneladas de regalos.
De todas formas, tengo que admitir que estas fiestas no fueron malas, aunque tampoco tuvieron nada diferente a las de años anteriores. Digamos que fueron sólo una reunión familiar más. Sin embargo, la sensación de vacío vuelve a invadir mi alma, como lo hace en cualquier época del año. Ella no se toma franco, no conoce los feriados. Siempre está allí presente, para mi desgracia. Como diría Fiks, “no hay un día en donde no sienta ese escalofrío nervioso, esa angustia que no puede exteriorizarse, esa pesadez que todo lo convierte en negro (...) ojalá fuese algo externo a mí lo que me produce este dolor constante y esta melancolía que supera en demasía cualquier dolor físico. No obstante, ambos sabemos que siempre vivimos de esta manera, "No es algo que viene y se va, un estímulo de afuera, o una pérdida que a uno lo tira abajo...es una perenne sensación de culpa, de asco, de hastío, de parálisis emocional”. Al igual que él, “siempre siento que todo es vano, que todo me pesa demasiado, y querría tirarme en la cama y no levantarme jamás”.
Aun así, hay más de una cosa que nos diferencia, Fiks es admirado por muchos, es deseado por el sexo opuesto, sabe como ejercer su influencia entre las personas, y pese a todo siente el hastío de vivir. Yo también lo siento, pero no tengo ni la cuarta parte de todo lo que él tiene. A mí nadie me admira, nadie me desea, y soy incapaz de influenciar a nadie. De todas formas, quiero dejar en claro que no intento con esto justificar mi situación, ni pretendo culparlo a él por sentirse así, ya que entiendo que este maldito sentimiento es inevitable.

sábado, diciembre 25, 2004

Un Vano Ruido de Palabras...

A continuación voy a copiar unas palabras del escritor Nicolas Fiks que, como siempre, me han encantado y además me han hecho sentir sumamente identificada...



Quejarse es señal de que no se ha atravesado ningún infierno; toda conversación o discurso filosófico es un vano ruido de palabras. Tendríamos que habituarnos a sufrir en silencio como los animales, pues nuestras desesperaciones, nuestras diatribas, nuestros puños en alto blasfemando contra el cielo son necedades dignas de oligofrénico.

Nadie puede cambiar su destino propio ni el destino que padece la humanidad.

La Historia es la cadena diamantina de los vencidos, es la concatenación ineluctable de esta marcha de bestias domesticas que es el hombre. Basta con leer un poco para persuadirse que nunca ningún ser logró hacer estragos duraderos en el otro, y que todo discurso, sistema político o creencia artística con el tiempo se desvanece. Todo es polvo, y tus palabras de odio también.

A nadie le importas, porque ese alguien a quien te dirigís con vehemencias es también un gusano inmundo asustado de su destino, y que intenta consolarte como lo haría un enfermo terminal a otro en alguna sala de hospital.

¿Realmente esperas algo de tu prójimo? ¿De esa amalgama de carne y sudores que nació por azar y que morirá en las mismas condiciones? ¿Que transitará toda su vida con el signo de interrogación enclavado en su cabeza como un nimbo maldito?

Quieren ayudarte y ni ellos mismos pueden manejar sus vidas; intentan aconsejarte con voz persuasiva y tiemblan ante la visita bimestral al médico. Son basura como vos, por lo tanto no recurras a ellos, porque todas sus palabras son temores disimulados, su seguridad no es otra cosa que la tranquilidad que en ellos resplandece a no ser los víctimas de tus depresiones.

No niego que intenten ayudarte, y más tratándose de amigos o parientes, pero jamás sabrán cómo hacerlo, porque son hombres, porque son imperfectos y porque el sol malediciente que deja ver toda la bazofia de la existencia brilla tanto para ellos como para vos.

La soledad es la mejor consejera porque es autista, no miente, no porque no quiera hacerlo, sino porque tiene cercenada su lengua.

Que tus gritos sean agónicos ecos, que tus golpes hagan sangrar a tus nudillos.

No importunes a otros condenados a muerte por decreto divino; dejalos ser, que sigan su rumbo, optimista o no, pero que no interfieran en tus decisiones, porque son tan poca cosa como vos.

Entonces uno se preguntará: ¿qué hacer en esos momentos en donde necesitamos una mano amiga que nos consuele, o unos labios cupidescos que nos sacien? No hagamos nada, esperemos el derrumbamiento mental.

Dios así lo quiso, sino hubiera creado seres superiores, que con una palabra o un gesto puedan hacerte sentir bien, pero ¿quién te hizo sentir bien durante más de cinco años, por ejemplo? ¿El amor? No lo creo, pues este sentimiento posee todas las características de una enfermedad: obsesión, celos, posesión, inseguridad.

¿La amistad? No hay amistades eternas, y no existe nada más triste que ver envejecer a un ser querido, que ya atrofiado por el peso de la vida, intenta aferrarse a esta con desesperación, cargándote a vos, pobre infeliz, con todos sus males. La amistad es el pacto tácito entre dos inseguros que se alaban mutuamente, y que luego de un tiempo, se desprecian mutuamente.

Después existe la familia, ¿ella será tu contención? ¿Es la atalaya que Dios puso para consolar a las almas en pena? Lo dudo, pues no es un Absoluto, es algo relativo: las familias se disgregan por ambición de algunas de sus partes cuando de dinero se trata; se abandonan cuando un tercero influye y hasta se hacina en geriátricos a los seres que la han formado... por lo tanto también es una institución dubitativa, que puede serte útil, pero también perjudicial. Vos, como hijo, pagarás las culpas de tus padres, sino lee el primer libro de la Biblia y verás que, si bien el pecado original fue perpetrado por Adán y Eva, el primero en morir fue su hijo Abel. Muchos cargan las culpas de sus padres, los celos de sus hermanos o las perversiones de algún pariente lejano... la familia no es el refugio seguro.

¿Qué nos queda? ¿La sociedad? No hace falta que diga que es el peor enemigo del hombre. ¿La religión? Más nociva aún, con todas sus promesas supraterrenales porque es incapaz de hacerse cargo de los males presentes. Te hablan del futuro, porque el pasado es sangre, ambición e Inquisición, y el presente incertidumbre litúrgica... abrir la boca y comer una ostia. Más que eso no pueden darte.

Por lo tanto, si tu vida se viene abajo, dejala caer vertiginosamente, acelera su desmoronamiento. No hay nadie que te pueda levantar, porque todos son iguales, entonces ¿como buscar ayuda en iguales, como demandar una mano salvífica en seres como vos? No hay héroes, no existen los Ulises y Aquiles homéricos, ni los Jesús y Pedros bíblicos que te alimentaran con peces y pan cuando sientas hambre.

ESTAS SOLO. Más solo aun que cuando eras un feto inmundo en las no menos inmundas y sanguinolentas entrañas de tu madre. Te parieron para sacrificarte: tu vida es una cuna y un ataúd: el resto un oscilar de ciego en un valle de lágrimas de azufre.

Sobre la Muerte (por FIKS)

1. Me comentan acerca de la muerte de un conocido. ¿Qué hacer?

¿Lamentarse? La gente continúa viendo a la muerte como algo impredecible, cuando ella, pese a ser más antigua que el hombre, mantiene toda su lozanía y vigor. Es eternamente joven e inoportuna, como todo adolescente; existe desde que el primer corazón se detuvo, entonces ¿de qué nos sorprendemos?

Ella es una habitante del Cosmos que tiene todo el derecho a reclamar lo que sembró en el útero de cada hembra, habría que llamarla a ella Madre y no a la Naturaleza que sólo es su criada, que mantiene al niño, luego al adulto y más tarde al anciano únicamente con vida y esperanzas para entregársela a la Dueña cuando ella lo crea conveniente.

Temerle a la muerte es sinónimo de estupidez, pues ella nos rige, es lo único auténtico en un mundo de confusión: la vida misma jamás pudo ser abarcada como un Todo; millares de preguntas, hechas por los más sabios hombres, aun permanecen sin respuesta, pero la muerte no. Ella es la respuesta a la vida, es lo único real, lo único que no es fruto de azares de alcoba o de amores maritales. Ella decide.

En cambio el nacimiento lo programa el homínido, o a lo sumo la ciencia con todas sus parafernalias de experimentos con espermas y óvulos. Pero ¿como restarle importancia a la Muerte? ¿Quién contestó acertadamente a sus interrogantes?

Pululan millares de libros que hablan de túneles al final del camino y a los parientes saludando sonrientes y demás sandeces, pero la gente con un poco de inteligencia sabe que eso no existe, y que ningún humano puede enfrentar los arcanos de la defunción.

Y allí veo al hombre, siempre altivo y orgulloso de sus logros, pretendiéndose importante en una vida que sólo lo halaga para luego derrumbarlo. Conocer el final de este relato es un argumento ineluctable contra la vida, porque si nos borramos de la mente a los ángeles y a sus arpas, al Nirvana y al gordo Buda dándonos la bienvenida y a Alá y a sus delicias paradisíacas, deberíamos echarnos en una cama y gemir hasta que los pulmones nos reventaran... pero no, es tanta la malicia del mundo, de su Creador tal vez, y es tanta la ironía de la Muerte, que nos carga de esperanzas, de objetivos, de logros.

El fracaso sería a lo único que el hombre debería aspirar, sería una manera de desafiar a la Muerte, de decirle: "Me llevas, pero no te llevas ninguna dicha conmigo, voy vacío a tu encuentro"

En ese sentido los filósofos cínicos han sido los más sabios, pues conocían lo perecedero de todo y lo necio que es acumular honores, riquezas y demás, sólo para ostentarlos ante sus semejantes.

¿Qué puede haber más lamentable que buscar al aplauso del otro? Es sólo un efímero momento orgásmico que luego nos conduce a la mas miserable de las situaciones, al percibir que ese ser al cual deslumbramos, es igual a nosotros, y que tampoco pudo vencer a la Reina Muerte.

Yo sólo le estrecharía la mano a Diógenes, a Marco Aurelio, a Cioran, a Shopenhauer, a Vargas Vila y a algunos más, al resto los vería con lástima, como hago la mayoría de las veces, que se creen muy importantes por tener en su haber triunfos.

¿Triunfo? ¡Qué palabra idiota! ¿Triunfar para quien? En ese aspecto, los judíos al menos mataron a Dios, ese es un buen logro, ¿pero el resto? Es digno de risa en el mejor de los casos, o de llanto incontrolable.

No niego que la vida misma nos lleva a buscar cosas, que un impulso maldito nos abotarga la mente de ideales y de sueños, pero de allí a creer en ellos hay un largo sendero.

Yo puedo conquistar el mundo, pero me sentiría igual de infeliz que si viviera debajo de un puente con vagabundos, por la sencilla razón de que no creo en el humano, en sus hazañas, en sus palabras; su valentía y su honor son mentiras creadas para no dar a conocer lo que realmente son: puercos erigidos en dos patas que osan llegar a la estantería más alta de las bibliotecas para nutrirse con los mejores libros, y luego ostentar su saber en reuniones o en conferencias; o bien sos hormigas que afanosamente trabajan de sol a sol para descansar alguna mísera semana que su faena laboral les permita. ¿A esa gente hay que agradar? Yo, si tuviera el poder, eliminaría de la faz de la tierra a la humanidad, y luego, me sentaría sobre millones de cadáveres para reír grotescamente. No existe desgracia más abyecta que queres sobresalir en una vida que tiene como cimiento la tierra del cementerio y como cielo la madera de un ataúd.

2. He conocido el aplauso, la entrega desmesurada de mujeres hermosas en mi lecho, el poder de trastornar algunas mentes; he influenciado sobre más de una persona y me he embriagado con el dinero. No hay cosa que no haya experimentado en estos últimos años, y sin embargo, como un Eclesiastés en menor grado, siento el hastío de vivir, la búsqueda de un áncora que me rescate de este mar de penumbras.

Dios siempre se ha mostrado benévolo conmigo, hizo que la mayoría de mis sueños tomen vida, pero jamás me sentí feliz, o al menos en paz.

El amor revoloteó a mi lado, y yo, confundiéndolo con una ave de rapiña, lo maté con mis propias manos. Sabía que, como alguna vez dije, "el amor son dos vocales, dos consonantes y dos idiotas". Buscar al otro para no sentirse tan solo es como abrazar una lápida de cementerio: ¿qué nos puede brindar? Acaso consuelo, pero no el consuelo ante una vida despiadada, ante la marcha ignominiosa de la humanidad, ¿cómo buscar salvación en el otro?

Entonces uno sueña con ella, con la Muerte, y la ve tan bella, tan tranquila, permitiéndole a nosotros, los insomnes, cerrar los ojos por un largo tiempo. Ella se presenta como el descanso que tanto anhelamos, y que no nos dan los vocablos, ni el dinero, ni la fama... lo da la paz eterna, la ausencia de dolores, de temores, de amores (porque estos también son grilletes)

Sueño con mi cuerpo aletargando eternamente, lejos de las miradas de todos, teniendo a los gusanos como compañía. La fresca tierra entrando por mis poros, ella no me hará daño, lo sé.

Pero la Muerte es tan inmisericorde como Dios, no viene cuando alguien la llama, sino por el contrario, se dirige, junto a su aliada, la Desventura, hacia aquel que quiere vivir, que ansía ver el sol y contemplar la luna; a los otros, a los que nos enfangamos de hiel cada día, nos deja vivos, y es más, nos colma de dones, para que así seamos el hazme reír de la existencia: "¿No te gusta la vida?"-ella dice-"Entonces viví y tené suerte" Mientras que a centenares de personas que desean hacer realidad sus logros, por más que estos sean comida, abrigo o una caricia, los deja en el desamparo total.

Jesús dijo algo muy cierto: "Al que tenga se le dará más, y al que tenga poco se le sacará todo" Palabras terribles, pero dichas por un supuesto Dios, por lo tanto hay que aceptarlas y resignarnos a lo que somos.

No es el miedo a la Muerte lo que perturba a los corazones desolados, es el miedo al nuevo día, a la persona que se presentará para ayudarnos: le tememos a ella, porque sabemos que nada, que no sea dolor y lágrimas, podemos ofrecerle. Un rapto de piedad nos inspiran: después de todo quieren nuestro bien, pero estamos estigmatizados, nosotros no bebimos del Leteo, no sabemos olvidar, nos hundimos en tierras movedizas cada día, y la Vida, sonriéndole a la Muerte, nos ayuda a salir... nuestros ojos permanecen en vela todas las noches, nuestro cuerpo no sufre consecuencias, nuestro intelecto crece a diario, y nosotros, los infelices, nos resignamos a nuestra suerte. ¿Qué otra cosa nos queda? ¿Matarnos? Deberíamos hacerlo, pero este es un acto impulsivo, no racional, lo comente aquel al que la vida decepcionó, no aquel al que nunca le interesó nada.

El hombre que se mata amó alguna vez a la vida, el hombre que vive sin convicciones ama siempre a la muerte.

viernes, diciembre 24, 2004

La Hormiguita Solitaria (Nicolas Fiks)

La Hormiguita Solitaria

Alejada de su hormiguero, pasaba las noches la hormiguita solitaria. Ni la laboriosa actitud de sus compañeras obreras ni la majestuosidad de la Reina, le atraía; ella esperaba que el sol se ocultase para dirigirse con prontitud al otro lado del arenal.

Tumbada boca arriba, moviendo sus patitas en señal de insatisfacción, absorbía el fresco aire que la noche trae consigo, y como hipnotizada por la luminaria de plata que pende del cielo, hacia gestos penosos con sus antenitas.

Aburrida de todo y de todos, sólo deseaba una cosa: morir.

Durante meses, en las batallas que ella y sus compañeras enfrentaban con sus acérrimas enemigas, las hormigas rojas, iba al frente, no por heroísmo o porque le importara la vida de sus camaradas, sino porque deseaba fervientemente caer muerta en el combate. Pero el destino no quería que muriese, ya que no sólo salía indemne, sino que además era proclamada la más valiente y agasajada en la comunidad como una auténtica heroína. Ella, postrada en el más abyecto ostracismo que es querer morir y no poder, sólo contemplaba resignada la situación.

Después de tantos enfrentamientos, y de ver la Reina que la hormiguita solitaria era tan valiente, la proclamó lugarteniente del hormiguero, posición a la que pocas hormigas habían tenido el privilegio de acceder.

Su tarea consistía en controlar quienes entraban y salían del hogar comunal; capturar enemigos, mediante las estratagemas que ella misma realizaba y por último, y esto era lo más atrayente, la posesión de esclavas que en todo obedecían y en todo complacían. La mayoría de estas siervas eran hormigas enemigas vencidas así como también desertoras del propio hormiguero, que ahora, merced a su cobarde actitud, pasaban el resto de sus días bajo el yugo de la lugarteniente de la Reina.

Nuestra amiga aceptó disgustada la nueva situación, ya que no quería mandar ni que la mandasen; por un lado tenía a cientos de miles de insectos a su cargo, esperando ansiosos sus palabras o sus gestos, pero también debía rendirle cuentas a la Reina, que era tan altanera que si alguien entraba en su feudo sin doblegar las dos patitas delanteras, era inmediatamente ejecutada.

Sin embargo la Reina admiraba a la hormiguita solitaria; la llenaba de cumplidos y la deseaba como su heredera. Solía decirle que algún día ella moriría y que el hormiguero iba a quedar a su cargo.

-La muerte nos llega a todos- decía la Reina con un dejo de melancolía- y yo deberé ceder mi lugar a alguna de ustedes, y es mi más ferviente deseo de que seas tú quien quede a cargo de todo.

-Pero ¿por qué yo? ¿en qué me diferencié?- respondía la otra entre humilde y confundida.

-¿En que te diferenciaste? En todo, en todo. Fuiste la más valiente, la más sagaz; emprendiste a altas horas de la noche la captura de los más feroces enemigos en nombre de nuestro hogar; te antepusiste a la muerte segura de muchas de tus compañeras, y merced a algún milagro o a algún poder recóndito que tal vez poseas, siempre sanaste. Nunca nada ni nadie te dañó, no existe ser más competo que tú para hacerse cargo de este hormiguero.

La hormiguita solitaria pensaba en todo lo que la Reina le decía, y en su interior deseaba exclamarle que su valentía era en verdad cobardía ante la vida; que sus capturas nocturnas eras senderos hacia la muerte, que por uno u otro motivo, nunca hallaba, y por último que jamás quiso a esas estúpidas obreras que pasan su vida en estado servil sólo para ser aceptadas por las superioras, y si se había antepuesto a las ferósticas picaduras de sus enemigas, no fue por amor o coraje, sino por odio y desprecio hacia sí misma.

Eso pensaba la hormiguita, y dudaba que la Reina, oropelada y ataviada con las más finas sedas, y viendo todo desde su pedestal, pudiese entender la terrible tragedia de un insecto que recibe aplausos en vez de golpes, y que es halagado en vez de asesinado. ¿Podría comprender eso una Reina que pasó toda su vida ostentando desmesuradamente lo que era?

La Reina se acercó más a su lugarteniente y le dijo:

-Es así querida amiga, tú te lo ganaste; la vida te colmó de dones, y quiero que les enseñes a las demás a ser como tú, a poseer tus agallas, tu determinación. Tú eres el modelo a imitar.

Luego de decir esto último, la Reina, arrastrando su purpúreo manto, se perdió entre la blanca arena, dejando a la hormiguita en la más absoluta soledad y en un estado meditabundo que la abrumaba en demasía.

Sentía que todo el peso cargaba sobre ella, y que ahora no sólo tendría que lidiar con su asco hacia la vida, sino que además, enseñar a otras, a esas cobardes y fracasadas, como vivir. Pero ¿qué podía transmitirles si ni ella misma sabía cómo había llegado tan lejos? ¿Qué les diría? ¿Sean valientes, maten a sus enemigos, ostenten sus triunfos, congratúlense conmigo? ¡Ella era cobarde, no podía matarse y sólo vivía humillándose!

La hormiguita decidió escapar de la situación mediante un solo camino: abandonar el hormiguero antes que despunte el sol e ir decidida en busca de su muerte.

Caminó largos kilómetros hasta que llegó a la ciudad. Miles de zapatos serían su pasaje seguro hacia la otra vida que anhelaba, o mejor dicho, su pasaje seguro fuera de esta vida que despreciaba.

Muchos querrán saber por qué la hormiguita despreciaba tanto vivir, cuando todas sus compañeras obreras trabajan contentas de sol a sol, y las guerreras se entrenaban sonrientes sólo para realizar algún combate esporádico. ¿Por qué ella no estaba con una cosa ni con la otra: ni en paz servil, ni en guerra esclavizante? ¿Que ideas había en su cabeza que la llevaron a tomar actitudes tan extremas y finalmente la huida justo en el momento en que hubiera llegado a los más alto de su vida? ¿Por qué renunciaba a los honores, a las aplausos, a ser la Reina?

En realidad no existía una respuesta concreta a estos interrogantes, no era su propia experiencia la que la había llevado a despreciar el diario vivir, no era su propia visión la que se había maculado de un modo pesimista, sino que fue merced a ver a las demás, de contemplarlas detenidamente, de ver sus vanas aspiraciones y sus infundadas esperanzas. Sus ganas de morir no provenían de un desprecio hacia la vida en si, sino hacia la vida de sus compañeras. Ella pensó: "Detesto a los demás, pero los demás vivirán una vida, por lo tanto si detesto la vida y acabo con ella, acabaré con los demás"

Parecía un silogismo, pero en verdad era la más cruenta realidad: su desprecio no era hacia el sol, la luna, las estrellas, los mares y ríos, sino hacia sus semejantes, y justamente por eso se odiaba tanto: porque era semejante, porque había nacido de igual manera, porque estaba constituida de igual forma... veía en ella misma el asco que les profesaba a las demás hormigas.

Vagó por la ciudad durante días, pero ningún zapato logro estrellarse del todo contra su cuerpecito, ningún neumático logró aplastarla completamente y las veces que cayó por las alcantarillas, fue arrastrada por sus sucias aguas hacia algún descampado, en donde mojada, no sólo por la fétida agua, sino que además por sus propias lágrimas, se quedaba pensativa hasta que el sueño se apoderaba otra vez de ella.

Su cuerpo estaba sucio, infectado de haberse posado en tantas suelas de zapatos, de haber dado vueltas decenas de veces en ruedas de autos, de haberse revolcado hasta el hartazgo en excrementos, de haber consumido el agua podrida... pero nada la mataba. Al otro día el sol volvía a salir junto a sus lágrimas que sólo imploraban cesar merced a la caída definitiva de sus torturados párpados.

Desesperada, y viendo que tampoco los hombres son seres como para tenerles estima, ya que su estupidez hasta lograba aventajar a la de las hormigas, decidió salir de la ciudad.

Camino noches y días sin rumbo fijo, cargando todo su pesar como una penosa cruz; todos sus pensamientos como corona de espinas y toda su podredumbre corporal como azotes pretorianos.

Sabía que estaba enferma, al menos eso era lo que su cuerpo le decía: meses de estar sumida en la podredumbre habían cambiado su fisonomía, carente de fuerzas hasta para morir, decidió quedarse tendida en el pasto esperando un milagro negro que la arrojase de esta vida. Sólo quería borrar de su mente su propia imagen y la de sus semejantes: cuando su cuerpo desapareciese, con él se irían todos los recuerdos, no habría resurrección, solo muerte, descanso, paz...

Mientras meditaba acerca de su lentitud para consumirse por su enfermedad, que ella considero gangrenosa, vio a lo lejos a un oso hormiguero que paseaba su magnificente hocico cilíndrico por el pasto. En él vio su salvación, ¿cómo no lo había pensado antes? La naturaleza después de todo no era tan despiadada, había creado un depredador justo a su medida, que apenas la viera se la devoraría sin miramientos.

La hormiguita solitaria, esperanzada nuevamente, se incorporó del tronco en donde se hallaba y caminó decidida hacia su verdugo. Se le paró enfrente, hasta le picó una pata, pero el otro parecía no prestarle atención.

-Oye idiota-dijo por fin, cansada de querer llamar su atención con ademanes- soy una pobre hormiga y tú eres un gran oso hormiguero, la naturaleza te creó para devorarme, así que cumple sus mandatos. ¿Me escuchaste bola de pelos? ¿Puedes escucharme?

El oso hormiguero la contempló mansamente y continuó olfateando por otros lados del bosque.

- ¿Pero acaso eres sordo o idiota?-volvió a imperar la hormiga- Mátame,

¿entendiste? Mátame

El oso al fin exclamo unas palabras:

-Calla de una vez, por favor. Hace apenas unas horas unos hombres portando armas han asesinado a toda mi familia, estoy solo en este mundo. Déjame en paz.

La hormiga continuó su discurso:

-Pero debes comerme, eres un oso hormiguero, ¿de que te alimentarás?

-Busco vengarme de esos seres que robaron lo que más amaba, padezco hambre, es cierto, pero me juré no probar bocado ni beber agua hasta que no encuentre a esos hombres despiadados. ¿Por qué debería darte muerte a ti que nada me hiciste? Son a esos cazadores a los que despedazaré con estas garras.

-Pero entonces...¿no me comerás?

- ¿Y por qué quieres que te coma? Es cierto que la naturaleza me creó para devorar hormigas, pero a ti te creó veloz para escaparte, entonces, ¿por que vienes a mí por tu propia cuenta? ¿Han matado también a tu familia?

-Nada de eso, yo no tengo familia, no tengo nada, solo este cuerpo podrido que no quiere abandonarme. Me fui del hormiguero porque odio a mis compañeras y me odio a mí misma, y no puedo hallar la manera de morir. Creí que tú...

-Espera-interrumpió el oso hormiguero- tú te escapas de tu gente y buscas la muerte, y a mi me la arrebatan y sin embargo sigo viviendo sólo para vengarme de esa pérdida. ¿No crees que sería injusto que te haga daño a ti que nada me robaste, y que por el contrario, estás tan sola como yo? Podemos ser amigos...

-¡Amigos no!- gritó enfurecida la hormiguita solitaria.- No quiero tener amigos, no quiero tener afecto de nadie, no quiero seguir viviendo, sólo quiero que me devores. Dios así lo quiso...

-Allí te equivocas-pronunció el oso sabiamente, ya que el dolor lo había purificado- Dios nos creó para alimentarnos uno del otro, para mantener con vida esta naturaleza, pero no creó a esos seres crueles, que por vanagloria y por ostentación, buscan la muerte de los animales más excéntricos. Ellos mataron todo lo que tenía, y no por mandato de Dios, sino por una tonta búsqueda de agradar a sus amigos al mostrarles las cabezas de mi amada y de mis hijos...

La hormiguita pensó en estas últimas palabras y vio al oso con otros ojos. El también despreciaba la altanería de los seres, la vil búsqueda de triunfo momentáneo que sólo dura un instante y se construye merced a años de dolor de la víctima. El oso prosiguió:

-Aunque es cierto que te veo muy enferma, tus alas están rotas, tu cuerpo sangrante, si en verdad no quieres sufrir más, te devoraré, pero ten presente que no lo hago por instinto, sino por compasión hacia ti. Ven hormiguita, entra en mi hocico y deslízate, no te morderé porque los osos hormigueros no tenemos dientes, sólo déjate llevar por mi lengua.

La hormiga, feliz por primera vez en su vida, trepó por el peludo cuerpo del animal e ingresó triunfante en su hocico.

-Adiós, y gracias- fueron sus últimas palabras antes de entrar en la concavidad humedad.

Pero era tanta la podredumbre del insecto, tan enfermo y gangrenoso se hallaba, que apenas se posó en la lengua de su salvador comenzó a segregar un líquido viscoso y putrefacto, que no tardó en hacer efecto en las entrañas del oso. Este comenzó a tambalearse, a sentir vértigo, luego de un fuerte dolor en su parte abdominal, cayó pesadamente al suelo. Estaba muerto. La hormiguita solitaria lo había infectado.

Desesperada salió del hocico para ver que sucedía, y allí pudo ver muerta a la mole. Comenzó a proferir injurias contra el destino, mientras contemplaba a ese ser que no le daba asco porque no era su semejante.

Trepó al cuerpo que yacía horizontalmente tendido en la tierra y se posó sobre él a llorar.

A lo lejos unos cazadores aparecieron sonrientes y portando resplandecientes armas.

-Allí esta el maldito- dijo el más joven de ellos- Era el último que nos faltaba.

-Sí, ¿pero quien le dio?¿Fuiste tú hijo?

-No... pero espera, ¿que es lo que veo allí? Una hormiga sentada sobre su lomo, mírala padre, una hormiga lo mató. Que insecto magnifico y poderoso.

Padre e hijo se acercaron más y contemplaron el espectáculo mortuorio del oso hormiguero y del llanto de la hormiguita.

- Felicitaciones hormiga- exclamo jubiloso el hijo pisando con su bota la cabeza del animal- Mataste un oso hormiguero, eres única, te haremos famosa, a todos les diremos de tu hazaña Es en verdad increíble.

La hormiga no dejaba de llorar.

El padre dijo:

-Sí, es un insecto único, gracias a él tenemos toda la colección de osos hormigueros de la zona. Pero dinos hormiguita, ¿por qué lloras? Supongo que no lo harás por un bicho que sólo vive para comer a los de tu especie.

-No lloro por su muerte-dijo finalmente la hormiga- Lloro porque sigo con vida.

Los cazadores, admirados de escucharla hablar, la colocaron delicadamente en un cofre de oro y la llevaron a la ciudad.

miércoles, diciembre 22, 2004

Les recomiendo leer...

"El retrato de Dorian Gray", una tesis sobre el destino de la belleza. El texto la exalta pero también la vitupera. Hay una encrucijada que enreda la vida de Dorian Gray: está atrapado en el laberinto de su propia belleza y es imposible salir indemne. Llena de frases admirables, de aparentes paradojas y de conversaciones que indagan los meandros del arte y de la vida, la novela se vuelve un exquisito tratado sobre la vanidad humana, la insatisfacción del deseo y los fantasmas de la culpa.




http://www.panhistoria.com/Stacks/Novels/Character_Homes/home.php?CharID=46

domingo, diciembre 19, 2004

Nobody Loves Me

A veces es difícil encontrar las palabras adecuadas para expresar todo lo q uno siente...sin embargo, hay canciones q parecen describir todo aquello q nos pasa...


Nobody loves me nobody cares
If life is empty and full of tears
I've longed for true love searched everywhere
Nobody loves me nobody cares

Searching for true love has been in vain
Through years my heart has suffered with pain
Life's lonesome burden now I must bear
Nobody loves me nobody cares

Nights on my pillow I dream of love
Through space I gaze at the stars above
They seem to whisper from way up there
Nobody loves you nobody cares

A lonesome heart and a troubled mind
In this world now is all I find
I look to heaven for I know there
Someone will love me someone will care