miércoles, octubre 24, 2007

CONTRA EL AMOR II

Como todos los mitos, el amor se refugia en una bruma de ambigüedades que lo hace difícil de analizar y, por tanto, de desmontar. Después de la autoconciencia, del cogito ergo sum, el amor es el más íntimo e “inefable” de los sentimientos.

LA AMISTAD COMO OPOSICIÓN

Normalmente se reserva el término “amor” para las relaciones familiares y parafamiliares. Se habla de amor entre padres e hijos, entre esposos y entre parejas (que son protofomalias nucleares), estableciendo una clara distinción entre esta clase de afecto y el amistoso, hasta el punto de que los términos “amor” y “amistad” se suelen utilizar como mutuamente excluyentes. Es frecuente decir “sólo somos amigos” para desmentir una supuesta relación amorosa…

En el amor subyace el afecto compulsivo de recuperar ese “paraíso perdido” en el que la madre era la prolongación del yo y su inagotable fuente de placer y seguridad. En este sentido, el amor es siempre infantil y regresivo: se niega a aceptar la evidencia de la separación irreversible, de la alteridad autónoma e inabarcable…

LA IDEOLOGIA DE LA FAMILIA

Lo que llamamos amor es, básicamente, la fuerza de cohesión de las células familiares: tiende a mantener unidas las ya existentes y a formar otras nuevas (toda pareja es protocélula).

Con el progresivo relajamiento de la moral cristiano-burguesa, el esquema matrimonial y familiar se ha hecho más flexible en lo que a libertades formales se refiere, pero dista mucho de haber sido superado (por el contrario, dicha flexibilización facilita su supervivencia en una sociedad más permisiva). Aunque el matrimonio como institución religiosa y social empieza a debilitarse, su mito básico, la pareja unida por el amor, conserva una vigencia casi universal.

Las presuntas actitudes progresistas o realistas frente al amor rara vez van más allá de una mera puesta al día del mito (con lo que por cierto contribuyen a su perpetuación). Del mismo modo que el matrimonio se flexibiliza oficialmente mediante el divorcio (flexibilidad extraoficial siempre la ha tenido, especialmente para los varones), el amor, para sobrevivir en esta época presuntamente racionalista y desmitificadora, renuncia a sus pretensiones de absoluto y eternidad.

Pero no es una renuncia sincera: las edípicas ansias de una fuente de placer y seguridad plena, incondicional, continua y exclusiva siguen latentes: sigue vivo el deseo de anexionarse a otra persona (por algo se usa el término conquistar como sinónimo de enamorar), de recuperar el terreno edénico en que la madre era la mullida fortaleza de un ego de límites difusos. Liebe ist Heimweh: el amor es nostalgia, dicen irónicamente los alemanes.

UN UNIVERSO PUERIL

Resumiendo, el amor es consecuencia y factor perpetuador del esquema familiar nuclear, que a su vez es consecuencia y factor perpetuador de una sociedad basada en la explotación y la competencia que induce a refugiarse en la familia o la pareja concebida como trinchera, y congela la afectividad y la sexualidad en el estado infantil.

La etiología familiar de la enfermedad amorosa se manifiesta claramente en el más común y lamentable de sus síntomas: los celos. Los celos y su nefasto cortejo (posesividad, dependencia, ansiedad, agresividad, etc.) son consecuencia lógica de la puerilidad del amor: cuando dos personas, al enamorarse, contraen el compromiso tácito de satisfacer mutuamente sus ansias edípicas, es inevitable que se frustren o sientan continuamente al borde de la frustración y del abandono, ya que el bebé interior exacerbado por la furia amorosa exige una dedicación constante y exclusiva que en el fondo saben imposible. Este miedo fóbico al abandono, esta frustración sorda y continua producida por el hecho de no ser omnipotente, omnipresente y omnisciente en el universo del otro, se traduce en los celos.(…)

Los miembros de una pareja se someten mutuamente al más grosero de los engaños (sólo concebible en la medida en que ambos desean ser engañados tanto o más que engañar) y sujetos por la cadena de una dependencia neurótica, se convierten cada uno en la bola de presidiario del otro.

Los enamorados firman con su sangre el siguiente contrato elíptico:

Tú vas a fingir que yo soy lo más importante para ti, el centro de tu universo, y yo fingiré que tu eres el centro del mío, de este modo olvidaremos que desde que salimos de la infancia, estamos irreversiblemente solos, cada uno confinado en el centro de su propio universo… tú vas a fingir que yo soy para ti algo único e insustituible, que estás conmigo precisamente porque soy yo, cuando en realidad mi identidad profunda es desconocida e inasequible, y no soy más que uno entre los millones de actores que podrían representar el mismo papel para ti, a cambio, yo fingiré que tú eres para mí algo único e insustituible (cosa que me resultará tanto más fácil en la medida en que me hagas creer que yo soy único e insustituible para ti), que estoy contigo precisamente porque eres tú, etc.

ENGAÑO MUTUO

Mediante un mecanismo esquizofrénico ad hoc que merecería el más atento estudio de los psicólogos, los dos actores se creen no sólo la farsa del otro, sino también la propia. La única diferencia entre el seductor y el enamorado auténtico estriba en que el primero sólo engaña al partner, mientras que el segundo también se engaña a sí mismo.

De este modo, si la religión es una mitología destinada a conjurar el miedo a la muerte, el amor es una mitología destinada a conjurar el miedo a la soledad.

Cabe plantearse la siguiente cuestión: puesto que mucha gente prescinde de los mitos religiosos, pero casi nadie de los amorosos, ¿hay que deducir que el miedo a la soledad es más intenso e irreductible que el miedo a la muerte? Probablemente la explicación estriba en que la muerte propia es un fenómeno único, definitivo y que casi todos ven como algo vago y remoto, algo que al igual que el sol no se deja mirar de frente, como decía la Rochefoucald. No se experimenta la muerte, nos recuerda Epicuro: cuando tú eres, la muerte no es, cuando la muerte es, tú ya no eres. La soledad por el contrario es una experiencia frecuente por no decir continua y directa. La necesidad de autoengañarse con respecto a la soledad es mucho más inmediata y apremiante que la necesidad de autoengañarse con respecto a la muerte.

DEL TRAUMA A LA ALIENACION

Es absurdo pretender combatir el sistema actual sin oponerse a la familia nuclear patriarcal. Y esto a su vez, implica desenmascarar el amor como mito paralizante, dejar de considerarlo una especie de bello milagro y empezar a contemplar y tratarlo como un trastorno afectivosexual de naturaleza ideológica.

El terrible adagio del amor al odio no hay más que un paso, debería bastar para despertar en el más ingenuo la sospecha de la morbosidad del amor. Amor y odio son las dos caras de la moneda afectiva en curso, acuñada con una aleación rica en violencia, miedo, mentira. Son las dos caras de la moneda de la incomunicación, y por eso están tan próximos, es tan fácil pasar de uno a otro e incluso confundirlos. Si las personas pudieran conocerse, comprenderse, colaborar, desarrollar la solidaridad y la simpatía (en el sentido etimológico de sentir con), desaparecerían tanto el odio como su reverso, su par dialéctico, el amor compulsivo. Y sólo habría amistad, más o menos íntima, más o menos sexual, pero básicamente respetuosa de la identidad ajena, abierta, libre.

Hay que evitar la común falacia de pensar que los aspectos negativos de este amor compulsivo a un paso del odio son defectos extrínsecos, accidentes aislables de una hipotética esencia positiva del amor. La posesividad y la dependencia edípicas engendran necesariamente celos, ansiedad y la frustración (o su intuida inevitabilidad) engendra agresividad.

No es nada fácil combatir la arraigada tendencia a considerar el amor como algo cierto-bueno-bello y empezar a enfrentarlo como una forma de alienación. La mayoría de la gente contempla y vive el amor como algo superlativamente auténtico y personal, expresión del núcleo mismo del ego y fuente primordial de las gratificaciones más intensas y elevadas.

Y eso a pesar de que la evolución misma de los procesos amorosos se encarga de desengañarnos, ya sea mediante una decepción brusca o un enfriamiento gradual jalonado de decepciones menores. Pero muchos se niegan a ver el engaño básico, tan inevitable e irreversible les parece la situación. Y de los que lo reconocen, la mayoría lo atribuye a fallos personales o circunstanciales, resistiéndose a ver la falsedad del planteamiento mismo.

E incluso entre los escépticos respecto al amor, la mayoría buscan sucedáneos más que alternativas y en realidad lo mitifican aún más considerándolo algo demasiado bello para ser verdad y trivializan otro tipo de experiencias eróticas (o buscan directamente lo trivial a falta de otra cosa).

Estas formas de escepticismo, resignación o desengaño no se oponen a la mítica amorosa sino que, por el contrario, la refuerzan en la medida en que desvirtúan las causas de la frustración afectiva y desvían la subsiguiente agresividad de sus auténticos objetivos: el propio mito del amor y la ideología que lo informa.

OTROS SENDEROS

Ahora bien, suponiendo que se admira el carácter neurótico y regresivo del amor, ¿cómo superarlo y con qué sustituirlo? Tal vez lo único que podamos hacer por el momento sea someter a una enérgica y recelosa autocrítica nuestro concepto del amor y nuestras vivencias afectivas, separando en lo posible los inevitables aspectos negativos (posesividad, dependencia, mitificación, agresividad…) de los positivos (solidaridad, simpatía, respeto a la identidad y a la autodeterminación ajenas…), esforzándonos por combatir los primeros y potenciar los segundos.

Este mero esfuerzo desde luego no bastará para cambiar radicalmente nuestra estructura afectiva pero es un primer paso, igual que el diagnóstico de una enfermedad es el primer paso hacia su curación (o el segundo, primero hay que reconocer que se está enfermo). Un primer paso a inscribir en la lucha por la transformación global de la sociedad, condición previa de, o mejor dicho en relación dialéctica con una auténtica transformación afectiva del individuo.

En cuanto a las posibles alternativas al amor tal como hoy se vive y entiende, sólo podemos vislumbrarlas, ya que van ligadas a condiciones psicológicas y sociales radicalmente distintas, pero parece lícito suponer y esperar que una potenciación de la solidaridad, la comprensión, el respeto por la autonomía propia y ajena, junto con la disminución de la posesividad y la agresividad, dará lugar a un tipo de relaciones extrapolables de lo que hoy se entiende por una buena amistad, relaciones en las que el sexo podrá jugar un papel más o menos explícito, más o menos importante, pero nunca coercitivo.

Sólo podemos hacernos una idea muy vaga de tal situación afectiva, por la misma razón que no podemos hacernos una idea clara de una sociedad libre, ya que ambas cosas, afectividad no represiva y sociedad no represiva van indisolublemente unidas y se determinan mutuamente.

En resumen, nuestra actual forma de concebir y sentir el amor constituye seguramente el reducto más profundo y mejor protegido de la ideología internalizada. La lucha contra la ideología dominante se libra en muchos frentes y uno de los más duros está en lo más íntimo de nuestro ser, en el centro mismo de nuestra sensibilidad. Es algo terrible, pero si no lo afrontamos, si nos negamos a ver que nuestro corazón es la sede del búnker que el sistema ha construido dentro de cada uno de nosotros, habremos perdido la batalla de antemano.

Como bien decía San Pablo, somos templos vivientes de la ideología (vaya disfrazada de paloma o de mamoncillo alado), y mientras no expulsemos de nuestro interior tanto a los mercaderes como a los sacerdotes y sobre todo a los dioses internalizados, no empezaremos a ser libres.



(Carlo Frabetti)

3 comentarios:

Alankin dijo...

Hola. Eso que pusiste está muy interesante y lleva a cabo un desarrollo de la moral sexual burguesa muy digerible. No conocía al autor pero voy a investigar más al respecto. Siguiendo esta línea tal vez te interese leer algo sobre Wilhem Reich, quien también nos habla de "la subsunción de la sujetidad del ser en nombre del amor" y de otras cosas por demás interesantes que se tratan en el ensayo que has subido. Por cierto, la foto de la manita suicidada es muy buena.

Anónimo dijo...

Este escrito està lleno de sabidurìa, y me sentì muy identificada, soy un bebè grande, lo acepto, es increible.

Hay que curarse de eso, es definitivo... Se sufre mucho y sin sentido...

Es como sentir que eres perro sin cadena...

Anónimo dijo...

Ok hola,mi nombre es Lisandro y tengo la misma teoria que voz con respecto a eso simplemente que yo eh vivido de chico solo ya que mi madre me abandono,mas alla de eso lo que trato de decir es la gente me pregunta siempre por estas solo.
Y yo no contesto pero la idea es el ser humano esta totalmente solo y no sabe convivir consigo mismo y lo mas terriblees que si no hay otras personas alrededor se muere.

Muy te dejo mi mail si algun dia queres hablar sera interesante quizaspodemos intercambiar pensamientos:
misamigos_1@hotmail.com