Llegar al éxito es mostrar el fracaso de los demás...

Esto lo escribí cuando obtuve mi título de Periodista en la UNLAM...en aquel momento me sentía exitosa así que quise revivirlo...



Después de tres años de arduo esfuerzo y dedicación logré recibirme de Periodista.

Empecé la carrera en el 2003, luego de haber aprobado holgadamente el curso de admisión, aunque debo admitir que la decisión de inscribirme en Periodismo fue tomada casi al azar.
De todas formas, el estudio nunca fue un problema para mí: me encanta el ambiente de la facultad, me fascina ir a clases, tomar notas y aprender cosas nuevas cada día. Obviamente que toda carrera tiene siempre materias que a uno le disgustan pero ese es otro tema...
Como dije, mi problema no era el estudio, sino que nunca tuve en claro mi verdadera vocación. Yo estoy convencida de que puedo estudiar casi cualquier cosa, el tema es que no me veo trabajando de “cualquier cosa”.
En fin, sin tener en claro lo que quería hacer de mi vida me anoté en Periodismo. Nadie daba dos centavos por mí. Todos decían que si había dejado Diseño Gráfico, cuando siempre me había gustado dibujar y diseñar, en Periodismo no duraría ni dos días.
Me cansé de escuchar “a vos en eso no te veo”. Pero que placer me da el haberles demostrado lo contrario. A todos ustedes, mediocres, les voy a refregar mi título en la cara para que sepan que yo no soy como sus hijos, unos estúpidos fracasados que a duras penas pudieron terminar el colegio secundario.
Pese a todo, yo tuve las agallas y me arriesgué. Y eso que tenía mucho que perder. No soy una persona que tolere el fracaso fácilmente (menos en el estudio, ámbito en el que siempre me había ido bien) y una segunda derrota iba a lesionar seriamente mi baja autoestima.
¿Qué me motivó a inscribirme en esa carrera? Muy bien no lo sé. Supongo que busqué lo más cómodo: una carrera corta, en una Universidad pública que no me quedara tan lejos de donde vivo. Pero el haberme anotado fue todo un desafío para mí, que hace años padezco de fobia social. Y aunque hoy por hoy ese tema está casi resuelto en aquel entonces las cosas no eran así. Si bien mi “enfermedad” no estaba en su pleno auge yo no estaba en condiciones de empezar una carrera que me exigía estar permanentemente expuesta a los demás.
Seguramente hubiera sido más fácil para mí seguir otra cosa, alguna carrera en donde solo tuviera que estudiar para asegurarme el título.
Sin embargo, yo opté por lo más difícil.
Los primeros años sufrí horrores en los módulos de radio y televisión. Todavía recuerdo como me costaba hablar frente a un micrófono o como me temblaban las piernas cuando tenía que mirar fijo a la cámara e improvisar sobre algún tema.
Ni hablar de los finales orales, creo que antes de ir a rendir me tomaba 5 tilos como mínimo (además de mi medicación diaria doblegada).
Pero de todas maneras me enorgullece haberme presentado, porque muchos de mis compañeros recursan eternamente las materias por temor a rendir un oral. ¡Y eso que no padecen mis limitaciones! (Manga de imbéciles ¡están estudiando Ciencias de la Comunicación y no pueden comunicar lo que saben!).
Pero claro, después, cuando me preguntaban cuantas materias llevaba aprobadas, la envidia brotaba por todo su cuerpo (no me envidien, chicos, porque mientras ustedes planeaban sus vacaciones y disfrutaban del verano yo iba tres veces por semana a la facultad para adelantar materias).
En fin, me alegra que hoy por hoy aquellos temores hayan quedado atrás. Y no me arrepiento de haber elegido lo que elegí.
No sé si el algún día tenga la posibilidad de entrar en algún medio. No es nada fácil conseguir trabajo de esto, pero más allá de eso, yo siento que me llevo muchas cosas. Creo que la carrera me sirvió no sólo como aprendizaje, sino también para enfrentar muchos de mis miedos.