Del Laizzes Faire al absolutismo monárquico...

Hace un rato llegué de dar clases y aún sigo sorprendida con lo que sucedió...
Hoy les había fotocopiado a mis alumnos un hombrecito (a Puppet) para que vistieran con prendas de papel. De este modo, íbamos a ejercitar el vocabulario relacionado con la ropa: shorts, t-shirt, jumper, hat, boots, coat, scarf, etc. (Ver fotografía)

Todo iba bien hasta que uno de los chicos le cortó una pierna al puppet y exclamó animado: "el mío es paralítico, seño!".

Algunos otros se acoplaron a la idea del hombrecito cojo mientras yo los miraba perpleja. ¿Qué debe hacer uno en un momento así? Decirles, "no quiero hombres sin piernas" puede resultar ofensivo y hasta discriminatorio.
Los convencí de que les pegaran las extremidades a los pobres puppets lisiados pero, eso no fue todo sino que, poco después comenzaron a dibujarles sus partes íntimas.

Estoy hablando de nenes de 7 años…

A ver, que quede claro que yo no soy ninguna moralista ni mucho menos: las ocurrencias de los infantes me provocaron mucha risa. Una parte de mí, pensaba: "¡Esos son mis alumnos! ¡Quiero más mentes retorcidas! ¡Hagan lo que les plazca, revélense contra esta maldita sociedad!"

Pero por otro lado, debía dar el ejemplo, no podía elogiar tal conducta.

En síntesis, nunca pensé que iba a tener que enfrentarme con este tipo de cosas en un curso de chicos tan pequeños.

Quizá, cuando elegí esta carrera, no tuve muy en cuenta los gajes del oficio. Ojo, no es que pretendía encontrarme con alumnos al estilo de los de Jacinta Pichimahuida, pero no pensé que fuese tan difícil dar clases en un segundo grado.

¡Ahora comprendo a mis colegas cuando salían llorando de primer grado porque la situación se les iba de las manos!

Es una lástima que la educación ya no sea como antes. ¿Por qué se extinguió la escuela de La Salle o el método lancasteriano? ¿En qué momento dejaron de ser útiles?

Yo solía aplicar en el aula la filosofía del "laissez faire, laissez passer" ("dejad hacer, dejad pasar"), y creo que eso me jugó en contra, ya que ser demasiado permisivo tampoco es bueno. Supongo que será cuestión de probar otras alternativas, y como yo suelo irme a los extremos, de ahora en más les diré a mis alumnos lo que pregonaba , Luis XIV "el estado soy yo y mi palabra es ley".

Después de todo, un poco de coerción nunca viene mal, ¿no?